Las agujas
La fabricación de una aguja como la célebre manecilla de cronógrafo adornada con la B de Breitling exige un extremo cuidado así como numerosas operaciones. Las tolerancias de fabricación son mínimas y su manipulación resulta sumamente delicada. Raros son hoy día los fabricantes capaces de lograr la extremada finura y la calidad de acabado exigidas por Breitling. Este extremo cuidado del detalle se hace patente en todas las agujas con que van dotados los cronógrafos y relojes-instrumentos de la marca.
Las agujas se fabrican a partir de una lámina de latón siguiendo varias etapas sucesivas (tres de ellas para el símbolo Breitling). A continuación se les da forma puliéndolas con una muela diamantada. El cañón (tubo) en el que irá remachada la aguja se obtiene a partir de barras de latón de tres metros de largo por medio de una máquina de mando numérico. La perforación se efectúa con una precisión de +/-2 micras, es decir una treintava parte de un cabello.
Una vez realizada la perforación, se verifican cuidadosamente los minúsculos cañones (diámetro interior 0,25 mm, diámetro exterior 0,5 mm). El remache de la aguja en el cañón se efectúa por medio de una máquina llamada «potenza», una operación que exige una destreza y una precisión extremas. Para verificar la calidad del remache se controla el par de rotación durante la vuelta a cero del cronógrafo, y la aguja debe soportar pares de hasta 0.3 Ncm.
El acabado de la aguja se obtiene mediante un tratamiento de galvanización que incluye varias operaciones: lavado, desengrase, preparación al rodiado y rodiado (o dorado), además de numerosos enjuagues. Para terminar, se procede a la colocación de la sustancia luminiscente, seguida de un control visual.